martes, 1 de mayo de 2018

Los días grises 3


Había una vez un pueblo fantasma que crecía dentro de mí, sin habitantes, sin animales que poblaran el aire con sus ruidos, sin apenas un soplo de viento. Las plantas y los árboles surgían en silencio, obligados por las continuas lluvias. En las casas no había puertas ni ventanas, pero a veces se escuchaban risas contenidas, palabras sueltas, grititos de gozo y de dolor. Nunca me atreví a mirar dentro de ellas porque bien sabía que estaban completamente vacías.


miércoles, 13 de septiembre de 2017

Los días grises 2


Caer en el abismo es tentador, dejarse llevar por el torbellino de sentimientos fatales; sin embargo, una vez dentro, es tanto el dolor que es fácil sucumbir ante ataques de vómito incontrolables.


viernes, 28 de julio de 2017

Los días grises I


En los días grises pueden caer lloviznas que nublan los ojos o haber un implacable sol aplastando las cosas hasta expandirlas. Los días grises pueden empezar un lunes a las 4 de la tarde, justo cuando un ave se posa sobre el techo de al lado y los trastes se amontonan en el fregadero, o un domingo antes del desayuno, aun a pesar de la tibieza de las sábanas. Un día gris no avisa su llegada, sólo se inserta en medio de las cosas como una punzada que va creciendo y entonces todo se detiene, hay un desfase entre lo que sucede fuera y lo que pasa dentro. Afuera, las labores, las compras, los pendientes, las sonrisas obligadas, la mesa bien servida, las llamadas, los amorosos besos; adentro, un cambiante menú de limbos que se superponen como fotografías instantáneas de la desolación. Es imposible escapar de los días grises, es mejor no negarlos; conviene entregarse al dolor, a la duda, al miedo, a la nostalgia… dejarse morder por los dientes de la autocompasión. Finalmente, los días grises siempre llegan a su fin y otros días, menos pesarosos, comienzan a brillar.