Caminábamos juntos construyendo sueños de pájaros, tan efímeros que se disolvían con la llegada del día. Otras veces, esos sueños encendían el paso de la noche y sobrevivían a la salida inclemente del sol. El campo tan sólo era el pretexto para hacer esos largos viajes al interior del corazón del otro, plagado de oscuros deseos.
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