viernes, 17 de febrero de 2017

Lo leí en sus ojos II

No dejaba de llamarme, así que finalmente acepté que nos viéramos. La cita era en el viejo parque del final de la avenida. Tenía tanta flojera que ni siquiera me quité el pantalón del pijama. Llegué tarde, pero no tanto como para que ya se hubiera ido, sin embargo, no llegaba. Finalmente no llegó, entonces ¿para qué tanta insistencia? Una lluvia menuda empezó a helarme los huesos y yo con medio pijama, plantada y sintiendo como si fuera devorada por una enorme bruja negra llamada desgracia. Empezó a sonar mi celular, era él. No quise contestarle, ¿para qué? Las excusas son el discurso de la hipocresía. Total, esa noche tendría que dormir en calzones.








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