viernes, 24 de febrero de 2017

Lo leí en sus ojos III

¿Ya dije que soy distraída? Por eso seguramente dejé las llaves adentro de mi casa antes de ir a la cita fallida, y ahora ¿cómo podría entrar? El viejo recurso de la ventana abierta del baño me salvó. Caí de bruces cerca del excusado, cada músculo me dolió en el alma. Estaba tan adolorida que entré a ciegas a mi cuarto, tratando de deshacerme de la ropa mojada. Aunque no se distinguía nada, vi brillar en la oscuridad dos enormes ojos. Fingí no haberlos visto, quizá así desaparecerían. Medio vestida traté de acercarme al apagador para que la luz extinguiera aquella extraña visión. La cegadora luz blanca, no obstante, hizo definitiva la criatura tendida en mi cama, una especie de conejo con una ridícula corona en su cabeza peluda.
Nada dijo, hubiera sido aún más extravagante que pudiera articular palabra, pero leí en sus ojos, como en la página de un libro, que él no estaba ahí para hacerme compañía y que su intención, nada buena, era devorarme esa misma noche.


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